«Un aspecto que caracteriza a San José, y que ha sido puesto de relieve desde los tiempos de la primera Encíclica social, Rerum Novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajó honradamente para garantizar el sustento de su familia. De él aprendió Jesús el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan ganado con el propio esfuerzo».
La «estrella de mi pontificado»: así definió Pío XI a Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Fue él mismo quien la beatificó, el 29 de abril de 1923, y la canonizó, el domingo 17 de mayo de 1925, en la basílica de San Pedro, ante una multitud de unos cincuenta mil fieles, de los que sólo una pequeña parte consiguió ocupar un lugar en la basílica vaticana. En aquella ocasión, el Pontífice destacó que Teresa, «consciente de su propia fragilidad, se abandonó con confianza a la divina Providencia para que, contando sólo con su ayuda, pudiera alcanzar la perfecta santidad de vida, incluso a través de duras dificultades, habiendo decidido luchar por ella con la abdicación total y gozosa de su propia voluntad».
La familia Canossa era una familia de gran prestigio. La célebre Matilde de Canossa desempeñó un papel destacado en enero de 1077, mediando entre Enrique IV y Gregorio VII, quien había excomulgado al emperador.
Hay una Casa que posee un valor especial, mayor que el de cualquier otra. Sus muros fueron testigos de la Anunciación y de la plena disponibilidad de la Virgen María para acoger la voluntad de Dios. Esta Casa, según la tradición, se encuentra en Loreto, dentro del santuario mariano dedicado a la Virgen Lauretana, erigido precisamente para albergarla.
Hermana gemela de San Benito de Nursia, Escolástica ha unido su nombre de manera indisoluble al de su hermano, sirviendo a Dios en la contemplación y en la vida comunitaria. De su vida solo se conocen algunos episodios hagiográficos, narrados en el segundo Libro de los Diálogosde San Gregorio Magno, donde el tema principal es la vida de San Benito.
Fue conocido como el Apóstol de Andalucía, gran predicador y maestro espiritual que condujo a muchas almas por el camino de la santidad, y cuya palabra suscitaba conversiones entre quienes le escuchaban.
Se llamaba Juan de Ávila. Nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), hacia 1499 o 1500, en el seno de una familia profundamente religiosa y acomodada, propietaria de una mina de plata.
La Virgen María se apareció 18 veces a la joven Bernardita Soubirous, de 14 años, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, en la gruta de Massabielle, en Lourdes. Le pidió que se convirtiera en su mensajera y colaborara con ella en la conversión de los pecadores. También le presentó algunas peticiones: hacer de la gruta un lugar de oración y peregrinación. Además, le habló del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el papa Pío IX.
San Bernabé, aunque no formara parte del grupo de los doce Apóstoles elegidos directamente por Jesús, fue reconocido como Apóstol de pleno derecho ya por los primeros Padres de la Iglesia y por san Lucas. Este reconocimiento le fue otorgado no solo por una vocación especial inspirada por el Espíritu Santo, sino también por el papel relevante que desempeñó en la difusión del cristianismo, colaborando activamente con los demás Apóstoles.
Bernabé era originario de la isla de Chipre y pertenecía a la tribu de Leví. En un principio se llamaba Josué o José, pero se le dio el nombre de Bernabé, que significa “Hijo de la consolación”, por su extraordinaria capacidad para confortar y sostener a las personas en dificultad. Este nombre describe bien su personalidad y su misión.
Una de sus primeras misiones importantes fue en Antioquía, adonde fue enviado para fortalecer la fe de los nuevos cristianos y organizar aquella incipiente comunidad. Al darse cuenta de la importancia de la misión y de los desafíos que implicaba, Bernabé decidió contar con la colaboración de san Pablo. Juntos realizaron una labor fundamental, sentando las bases de la que llegaría a ser una de las comunidades cristianas más relevantes del mundo antiguo.
La colaboración entre Bernabé y Pablo dio lugar a una intensa actividad misionera. Ambos recorrieron numerosas regiones, anunciando el Evangelio a pueblos de culturas y tradiciones diversas. Su amistad fue decisiva para llevar el cristianismo más allá de los límites del mundo judío, alcanzando a los gentiles y fundando Iglesias en distintas ciudades.
Llegado un momento, san Bernabé y san Pablo decidieron separarse para abarcar un territorio mayor y llegar a más personas con su ministerio. Esta separación permitió multiplicar los esfuerzos apostólicos y difundir con mayor amplitud la fe cristiana. Bernabé regresó a Chipre, su isla natal, para proseguir allí su labor misionera.
Al final de su vida, Bernabé se encontraba en la ciudad de Salamina, en la isla de Chipre. Ya de edad avanzada, fue lapidado por una turba hostil tras haber sufrido torturas. Dejó una huella profunda y duradera en la historia de la Iglesia. Su ejemplo fue un gran aliento para los cristianos de los primeros siglos, que a menudo vivían tiempos difíciles y sufrían persecuciones.
No cabe duda de que San Martín de Tours es conocido en el mundo entero, al menos por su gesto de caridad al compartir con un pobre la mitad de su capa. Según la tradición, esa misma noche se le apareció Jesús en la figura de ese pobre, vistiendo la mitad de la capa.
“Con la mano en la conciencia, que escuchen el grito angustioso que, desde todos los rincones de la Tierra, desde los niños inocentes hasta los ancianos, desde las personas hasta las comunidades, se eleva hacia el cielo: ¡Paz! ¡Paz! Hoy renovamos esta solemne súplica.” Con estas palabras, San Juan XXIII, en un mensaje a Radio Vaticana, lanzó un llamamiento a la paz a los gobernantes del mundo, especialmente a los de los Estados Unidos de América y la Unión Soviética. Era el 25 de octubre de 1962, en plena crisis de los misiles en Cuba.
«Que dé quien tiene, y quien no tiene, que tome»: así rezaba el cartel colocado sobre un sombrero abierto en una consulta médica muy singular. Era la consulta donde ejercía san José Moscati: los pobres no pagaban las visitas; es más, salían de allí con alimentos y medicamentos gratuitos.
No hay latinoamericano que no conozca o que, en mayor o menor medida, no esté vinculado a la Virgen de Guadalupe. Es invocada como la Emperatriz del Continente Americano y Patrona de México, siendo la más amada por los pueblos indígenas, quienes la llaman “la Virgen morenita”, una joven nativa.
Nunca se echó atrás ante las necesidades de su pueblo. Se entregó totalmente a todos con caridad, llegando incluso a donar sus propias vestiduras para ayudar a los pobres. Enfrentó con valentía la hostilidad de algunos ciudadanos anticlericales y, mientras distribuía alimentos por las calles de Viareggio, llegó a ser agredido con palos. Para todos, era conocido como el Curita y lo identificaban con la presencia de Dios entre la gente. Era el padre de los más pobres, el apoyo de los marineros que afrontaban las inclemencias del tiempo para alimentar a sus familias. Todos sabían que podían contar con la oración de este fraile, de baja estatura, pero con un corazón grande y siempre abierto a las necesidades ajenas.
El papa León III, nacido en Roma, fue educado desde su infancia en el vestiarium de la Iglesia romana, es decir, la oficina encargada de la administración del Tesoro pontificio.
Ordenado subdiácono y, posteriormente, cardenal del título de Santa Susana, debió conservar un papel de relevancia en dicha administración, de la que fue nombrado responsable en el año 789, convirtiéndose así en uno de los principales colaboradores del papa Adriano I.
Fue elegido Sumo Pontífice el mismo día del funeral de Adriano, el 26 de diciembre del año 795. Recién elegido, envió al rey de los francos, Carlomagno, las llaves de la Confesión de San Pedro y el estandarte de la ciudad de Roma, en señal de respeto y homenaje. Le invitó, además, a enviar a Roma algunos de sus representantes. Carlomagno, ya durante el pontificado de Adriano I, había desempeñado un papel fundamental en el fortalecimiento del poder temporal del Papado, y continuaba ejerciendo una función de tutela y protección sobre la Urbe. Esta autoridad estaba oficialmente reconocida por el título de “Patricio de los Romanos”, que le había sido conferido directamente por los pontífices.
En el año 798, el papa León III otorgó el palio arzobispal a Arn de Salzburgo, instituyendo con ello la provincia eclesiástica de Baviera. Esta decisión respondía al deseo tanto de Carlomagno como de los obispos bávaros, y tenía por objetivo mejorar la organización religiosa de la región y estrechar sus vínculos con la Sede Apostólica.
El Pontífice intervino también en los asuntos de la Iglesia en Inglaterra, confirmando la primacía de la diócesis de Canterbury y enviando el palio al arzobispo de York.
Durante su pontificado, León III hubo de enfrentarse a la cuestión del adopcionismo, doctrina promovida especialmente por dos obispos hispanos, Félix de Urgel y Elipando de Toledo, según la cual Jesucristo, en cuanto hombre, no era Hijo de Dios por naturaleza, sino tan solo por adopción. Dicha postura fue declarada herética por la Iglesia.
En la solemnidad de la Navidad del año 800, León III coronó a Carlomagno como Emperador Augusto.
Entre sus obras más significativas se cuenta la fundación de la Escuela Palatina, institución cultural que constituyó el primer paso hacia el nacimiento de la futura Universidad de París.
Falleció el 12 de junio del año 816 y fue sepultado en la basílica de San Pedro.
El pancracio era un deporte que se practicaba en los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia. Los atletas debían enfrentarse en una mezcla de boxeo y lucha cuerpo a cuerpo, sin apenas reglas ni limitaciones. Únicamente estaban prohibidos el mordisco y el ataque a los ojos.
Testigo de Cristo hasta el extremo sacrificio de la vida, Santa Lucía es un ejemplo de fidelidad y valentía para quienes se niegan a someterse al poder de turno y a las ideologías dominantes. Es la santa de la luz y la caridad, muy querida por niños y niñas en numerosos países europeos.
Nacido hacia el año 310 en una noble y rica familia pagana de Poitiers, en Aquitania, Hilario recibió una formación cultural acorde con su elevado rango social. Desde temprana edad sintió la necesidad de buscar la verdad y, al concluir su camino intelectual, abrazó el cristianismo. Fue bautizado a los treinta años, tras encontrar en la lectura del Evangelio de Juan la respuesta a sus más profundos interrogantes. En la introducción de su célebre tratado (De Trinitate), describe su experiencia personal y señala las etapas que un pagano recorre para llegar al conocimiento de Dios.
Era el 13 de mayo de 1917 cuando la Virgen María se apareció a tres niños: los hermanos Francisco, de 9 años, Jacinta Marto, de 7, y su prima, Lucía dos Santos, de 10. La aparición tuvo lugar en Cova da Iria, una localidad cercana a Fátima, y fue la primera de una serie de encuentros. De hecho, cada día 13 de mes, desde mayo hasta octubre, la Virgen se manifestó a los tres pastorcitos, confiándoles un mensaje.
“Gloria a Dios en todas las cosas”: con estas palabras, el 14 de septiembre de 407, san Juan Crisóstomo, “Boca de oro”, llamado así por su arte oratorio y su elocuencia, concluyó su peregrinación terrena. Nacido en Antioquía en un año comprendido entre 344 y 354, se dedicó al estudio de la retórica y las letras bajo la dirección del célebre Libanio. Al terminar sus estudios, se sintió fascinado por el mundo y se dedicó al teatro y a los debates. Poco tiempo después, sin embargo, se preparó para recibir el bautismo y lo recibió un domingo de Pascua de un año indeterminado. Posteriormente asistió al Círculo de Diodoro, una especie de seminario donde se podían cursar estudios teológicos. Durante ese período, se interesó por la exégesis de las Sagradas Escrituras y aprendió el método histórico-literario de la escuela de Antioquía. A continuación, pasó seis años viviendo una existencia eremítica, primero en la colina de Silpio, cerca de Antioquía, y después en una cueva en soledad y penitencia.
Son famosos por ser los evangelizadores de los pueblos eslavos, para los cuales crearon un alfabeto cercano y comprensible para una gran parte de la población, con el fin de transmitirles el conocimiento de las Escrituras. Se trata de Cirilo y Metodio, dos hermanos de Tesalónica, la actual Salónica, en Grecia, que en aquel entonces formaba parte del Imperio Bizantino. Metodio nació alrededor del año 825 y, dos años después, nació Cirilo, cuyo nombre original era Constantino. Sin embargo, adoptó el nombre con el que pasó a la historia cuando, en su lecho de muerte, tomó el hábito monástico.
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